El cuerpo de la mujer fue desde el
principio de los tiempos un icono
del arte occidental. Desde los mitos
clásicos al bíblico jardín sin
olvidar las grandes damas (o majas) de la
corte. Arte para unos,
obscenidad para otros. El debate parece
superado en pleno siglo XXI
donde ni siquiera importa quién es la musa,
el modelo o la
interpretación de la obra. Las emociones
son libres y las curvas
también. El sentido de la estética corretea
por estas blancas colinas
de Yolanda Merchán Alonso hasta derivar en
sentimientos que remarcan
los colores. Más allá de las fantasías
eróticas, en esta serie
sorprende el pudor frente al orgullo de la
pose, el dolor, la soledad,
la vergüenza, y, por supuesto, la
sensualidad.
No hace falta una mirada para saber qué
sensación desprende cada
cuerpo. Basta con el grito callado que el
óleo transmite hacia el
interior del espectador. Incluso hasta
exponer una semejanza física
con el cuerpo masculino que no deja de ser
metáfora de la lucha
continuada por la igualdad en la sociedad
actual. Pasen y vean, porque
a cada persona, a cada generación le puede
sugerir cosas diferentes.
Expresen su parecer sin miedo, sin
reservas, como la autora. Las
figuras no se enfadan y ella lo agradecerá.
J. J. P.